Tejiendo redes es mucho más que una red social. Es un blog del Colegio San Marcelo, hecho por docentes y alumnos del Nivel Primario para socializar nuestras actividades cotidianas, mantenerlos actualizados y compartir en familia un espacio diferente.
Agradezco a todo el equipo docente, secretarias y coordinadoras por su activa participación, en especial a la Prof. Patricia Vera, Coordinadora del Departamento de Informática.

Esperamos que lo disfruten!

Lic. Patricia Royo
Directora


Pastoral



¡FELIZ DÍA DEL CATEQUISTA!
"Yo soy la Vid y ustedes las ramas.

Si alguien permanece en mí, y yo en él,
produce mucho fruto,
pero sin mí no pueden hacer nada…
ustedes no me escogieron a mí.
Soy yo quien los escogí a ustedes
y los he puesto para que vayan
y produzcan fruto,
y ese fruto permanezca.
y quiero que todo lo que pidan al Padre en mi Nombre,
él se los de."
                                                                                              Juan 15, 5. 16

Ser catequista es creer fuertemente y tener una profunda vida de fe; responder y seguir a Jesucristo para ser su testigo, en una comunidad de fe, esperanza y caridad.
Recemos por aquellos catequistas que nos formaron en la fe y por todos los que actualmente llevan adelante esta hermosa misión.
Y especialmente a los que realizaron y realizan esta valiosa tarea en el Colegio

                                                              EQUIPO DE CATEQUESIS

Por siempre la Virgen María

Recuerda que la Virgen María, es el camino para llegar a Dios y a Nuestro Señor Jesucristo".
El día 15 de agosto, celebramos la solemnidad de la Asunción de la Virgen.
Este día celebramos, juntos en comunidad, el hecho de que María fue llevada al cielo y está junto a su Hijo en el cielo en forma gloriosa.

“Bendita sea tu pureza,
Y eternamente lo sea,
Pues todo un Dios se recrea
En tan graciosa belleza,
A Ti celestial Princesa,
Virgen sagrada, María,
Te ofrezco desde este día,
Alma, vida y corazón.
Mírame con compasión,
Y no me dejes, Madre Mía.”

María Ruega por Nosotros




La Colecta es...
Una ocasión privilegiada para fortalecer el compromiso solidario hacia tantos hermanos y hermanas que aún no pueden acceder a una vida digna y plena.

Juan Pablo II emprendió el camino para convertirse en santo

  Benedicto XVI evocó la figura de su amado predecesor, y dijo ante más de 350 000 personas:

"… he querido que, respetando debidamente la normativa de la Iglesia, la causa de su beatificación procediera con razonable rapidez. Y he aquí que el día esperado ha llegado; ha llegado pronto, porque así lo ha querido el Señor: Juan Pablo II es beato".

El término beato significa literalmente feliz, o bienaventurado en sentido más amplio, aludiendo a la creencia de que esa persona está ya gozando del paraíso. La consideración de beato constituye el tercer paso en el camino de la canonización. El primero es Siervo de Dios, el segundo venerable, el tercero beato y el cuarto santo.

La beatificación es una declaración, hecha por el Papa, de que un siervo de Dios vivió una vida de santidad (ha ejercido las virtudes cristianas en grado heroico) y/o tuvo muerte de mártir y está ahora en el cielo. La beatificación es una sentencia no definitiva, que tiende a la canonización. La beatificación permite que se le tribute culto público de veneración con ciertas limitaciones. La veneración universal está reservada para los santos canonizados.


 Ascensión de Jesús

Cuarenta días después de la Pascua, la Iglesia celebra la gran fiesta de la Ascensión de Jesús. Se trata de una despedida amistosa llena de promesas y bendiciones. Los discípulos reciben la maravillosa misión de anunciar el Evangelio en todo el mundo y para que nunca se sientan solos, Jesús se commpromete a estar con ellos siempre.
La Ascensión es para todos hoy la fiesta del envío y  fiesta de una promesa cumplida, la promesa de que el Espíritu del Señor vendrá sobre nosotros.

“…Mientras miraban fijos al cielo, viéndole o irse, se les presentaron dos hombres vestidos de blanco, que les dijeron: «Galileos, ¿qué hacen ahí plantados mirando al cielo? El mismo Jesús que los ha dejado para subir al cielo volverá como le han visto marcharse…”
La Ascensión de Cristo al cielo no es el fin de su presencia entre los hombres, sino el comienzo de una nueva forma de estar en el mundo. Su presencia acompaña con signos la misión evangelizadora de sus discípulos.
La comunidad necesitó de un tiempo para reforzar su fe incipiente en el Resucitado. La Ascensión es el fin de su visibilidad terrena y el inicio de un nuevo tipo de presencia entre nosotros.
Su Ascensión nos invita a mirar a los cielos, sin olvidar las tareas que nos han sido encomendadas en este suelo.


Señor Jesús, creemos que en tu Ascensión has llevado contigo nuestra humanidad.

Intercede por nosotros y ayúdanos a mantener viva la esperanza. Amén.

 
El Pan de Cristo
El siguiente es el relato verídico de un hombre llamado Víctor. Al cabo de meses de encontrarse sin trabajo, se vio obligado a recurrir a la mendicidad para sobrevivir, cosa que detestaba profundamente. Una fría tarde de invierno se encontraba en las inmediaciones de un club privado cuando observó a un hombre y su esposa que entraban al mismo. Víctor le pidió al hombre unas monedas para poder comprarse algo de comer.

—Lo siento, amigo, pero no tengo nada de cambio —replicó éste.
La mujer, que oyó la conversación, preguntó:
—¿Qué quería ese pobre hombre?
 —Dinero para una comida. Dijo que tenía hambre —respondió su marido.
—¡Lorenzo, no podemos entrar a comer una comida suntuosa que no necesitamos y dejar a un hombre hambriento aquí afuera!
—¡Hoy en día hay un mendigo en cada esquina! Seguro que quiere el dinero para beber.
—¡Yo tengo un poco de cambio! Le daré algo.
Aunque Víctor estaba de espaldas a ellos, oyó todo lo que dijeron. Avergonzado, quería alejarse corriendo de allí, pero en ese momento oyó la amable voz de la mujer que le decía:
—Aquí tiene unas monedas. Consígase algo de comer. Aunque la situación está difícil, no pierda las esperanzas. En alguna parte hay un empleo para usted. Espero que pronto lo encuentre.
—¡Muchas gracias, señora! Me ha dado usted ocasión de comenzar de nuevo y me ha ayudado a cobrar ánimo. Jamás olvidaré su gentileza.
—Estará usted comiendo el pan de Cristo. Compártalo —dijo ella con una cálida sonrisa dirigida más bien a un hombre y no a un mendigo. Víctor sintió como si una descarga eléctrica le recorriera el cuerpo.
Encontró un lugar barato donde comer, gastó la mitad de lo que la señora le había dado y resolvió guardar lo que le sobraba para otro día. Comería el pan de Cristo dos días. Una vez más, aquella descarga eléctrica corrió por su interior. ¡El pan de Cristo!
—¡Un momento! —pensó—. No puedo guardarme el pan de Cristo solamente para mí mismo.
Le parecía estar escuchando el eco de un viejo himno que había aprendido en la escuela dominical. En ese momento pasó a su lado un anciano.
—Quizás ese pobre anciano tenga hambre —pensó—. Tengo que compartir el pan de Cristo.
—Oiga —exclamó Víctor—. ¿Le gustaría entrar y comerse una buena comida?
El viejo se dio vuelta y lo miró con descreimiento.
—¿Habla usted en serio, amigo?
El hombre no daba crédito a su buena fortuna hasta que se sentó a una mesa cubierta con un mantel y le pusieron delante un plato de guiso caliente. Durante la cena, Víctor notó que el hombre envolvía un pedazo de pan en su servilleta de papel.
—¿Está guardando un poco para mañana? —le preguntó.
—No, no. Es que hay un chico que conozco por donde suelo frecuentar. La ha pasado mal últimamente y estaba llorando cuando lo dejé. Tenía hambre. Le voy a llevar el pan.
El pan de Cristo. Recordó nuevamente las palabras de la mujer y tuvo la extraña sensación de que había un tercer Convidado sentado a aquella mesa. A lo lejos las campanas de una iglesia parecían entonar a sus oídos el viejo himno que le había sonado antes en la cabeza.
Los dos hombres llevaron el pan al niño hambriento, que comenzó a engullírselo. De golpe se detuvo y llamó a un perro, un perro perdido y asustado.
—Aquí tienes, perrito. Te doy la mitad —dijo el niño.
El pan de Cristo. Alcanzaría también para el hermano cuadrúpedo. San Francisco de Asís habría hecho lo mismo —pensó Víctor.
El niño había cambiado totalmente de semblante. Se puso de pie y comenzó a vender el periódico con entusiasmo.
—Hasta luego —dijo Víctor al viejo—. En alguna parte hay un empleo para usted. Pronto dará con él. No desespere. ¿Sabe? —su voz se tornó en un susurro—. Esto que hemos comido es el pan de Cristo. Una señora me lo dijo cuando me dio aquellas monedas para comprarlo. ¡El futuro nos deparará algo bueno!
Al alejarse el viejo, Víctor se dio vuelta y se encontró con el perro que le olfateaba la pierna. Se agachó para acariciarlo y descubrió que tenía un collar que llevaba grabado el nombre y la dirección de su dueño. Víctor recorrió el largo camino hasta la casa del dueño del perro y llamó a la puerta. Al salir éste y ver que había encontrado a su perro, se puso contentísimo.
De golpe la expresión de su rostro se tornó seria. Estaba por reprocharle a Víctor que seguramente había robado el perro para cobrar la recompensa, pero no lo hizo. Víctor ostentaba un cierto aire de dignidad que lo detuvo. En cambio dijo:
—En el periódico vespertino de ayer ofrecí una recompensa. ¡Aquí tiene!
Víctor miró el billete medio aturdido.
—No puedo aceptarlo —dijo quedamente—. Solo quería hacerle un bien al perro.
—Para mí lo que usted hizo vale mucho más que eso. ¿Le interesaría un empleo? Venga a mi oficina mañana. Me hace mucha falta una persona íntegra como usted.
Al volver a emprender Víctor la caminata por la avenida, aquel viejo himno que recordaba de su niñez volvió a sonarle en el alma. Se titulaba Parte el Pan de Vida....

Hace un tiempo vi la película “Cadena de favores” y pensé que pasaría si por cada gesto de amor, cada favor, cada gesto de ternura lo devolviéramos a otro.